Tomo I Monterrey

Octubre 15 1887. Número 3.

Quincenal de literatura, social moral y de variedades

Dedicado a las familias.

La cautiva 

María M Browne. 

Montemorelos, octubre 1° 1887.





Era de noche y la plateada luna

ostentaba su frente luminosa,

Retratando en su fondo la laguna

El tranquilo semblante de esa diosa.


 Ya no se oía la canción del ave

 Perturbar el silencio que reinaba,

 La dulce brisa, sosegada y suave,

temerosa y sutil, se deslizaba.


Sólo el triste quejido de una fuente

Murmurando su pena en el misterio,

Era quien daba agitación creciente 

A la amante en su fiero cautiverio.

Ah ¡por la vida de la flor del campo,

cuánto daría la cautiva amante

Por ser de Diana el luminoso lampo

o golondrina en el desierto, errante!

 Corría el tiempo, y en sus fuertes brazos

 se llevaban las horas de la noche 

sin que vieran la huella de sus pasos,

 Ni el mundo ni la flor que abría su broche.

Ya por el vasto firmamento hermoso,

pálida luz brillaba purpurina.

Que cual  velo dorado y vaporoso 

anunciaba la hora matutina.

“Brisa amorosa que a mi lado dejas

ecos de amor de mágica poesía. 

Lleva a mi ideal las dolorosas quejas

Y las cuitas que exhala el alma mía”

“Tierno murmullo de ondulosa fuente

 Que constante me hablas desde allá,

¡Oh dile tú que en mi abrumada mente 

su recuerdo por siempre existirá”. 

“Quiero que sepa que la fe jurada

 yo la guardo en el seno de mi amor,

como habita en corona perfumada,

 la suavísima esencia de la flor”. 

“Si yo fuera cual tú tierna avecilla

¡Ay! le diría mi angustiosa pena

allá del río a la lejana orilla, 

viendo la vida deslizar serena”. 

Eso dijo una voz con tierno acento 

que más bien parecía un ¡ay! perdido,

Arrebatado por el manso viento

de un corazón por el martirio herido.

¿Será tal vez, pensaba una ilusión la mía?

Y luego, atentamente, me prepararé a escuchar,

 ¡Ay! todo reposaba, tan solo allá se oía

“El ruido que producen las olas al chocar”.

La Luna había escondido sus pálidos reflejos

Y de su nido del ave parábase a cantar,

Monótona venía de allá muy lejos, lejos

 La voz de una campana de tétrico vibrar.

 Natura despertaba de su éxtasis profundo,

silbaba el campesino saliendo de su hogar,

Más ¡ay! que retirada del bullicioso mundo

tan sólo la cautiva vivía en su soñar.