Tomo I Monterrey

Diciembre 1 1887. Número 6.

Quincenal de literatura, social moral y de variedades

Dedicado a las familias.

La mujer

CONVENIENCIA DE SU INSTRUCCIÓN

Josefina Campos.

I.

Relegada algunas veces a la condición de esclava de los carochos del hombre, y llevada otras al altar de los dioses para quemarle ahí el incienso de la adulación y de la lisonja, la mujer ha flotado en el seno de las sociedad siguiendo direcciones diversas, según las ideas predominantes en cada época, el atraso o la cultura de los pueblos y la moralidad de las costumbres. De aquí que los hombres pensadores de este siglo, que todo lo escudriña y analiza, buscando el porqué y el objeto de cuanto existe, vuelvan la mirada llena de interés hacia la mitad del género humano; y trayendo en su auxilio la Historia y la Filosofía, para examinar las vicisitudes de la mujer en el transcurso de los tiempo y la influencia que su estado de ilustración ha ejercido en la elevación o decadencia de las naciones, procuren encontrar el sendero que debe guiarla al fin que está llamada a realizar sobre la tierra. Preocupados unos con las ideas antiguas, pero influenciados ya por la ilustración presente, desean solo para la mujer el reino del hogar doméstico y el cultivo de sus buenos sentimientos; entusiasmados otros con las ideas modernas de libertad y de progreso, quieren para la mujer el amplio paso para la adquisición de todos los conocimientos humanos en el orden científico, artístico e industrial, y el participio en todos los asuntos de la vida pública de los pueblos que hasta hoy han sido del exclusivo patrimonio del hombre.

Sin estar nosotras en esta cuestión tan debatida que tienda a determinar la esfera de la acción del sexo débil, porque con nuestra insuficiencia nada nuevo podríamos después de tanto que se ha escrito por una y otra parte, vamos a ocuparnos en este breve artículo acerca de la necesidad y conveniencia de la instrucción de la mujer.

Inspirar a ésta los buenos sentimientos, inculcarle que la virtud es la egida con que ha de presentarse en la lucha del mundo, que su misión es enjugar las lágrimas del que llora, socorrer al desgraciado y sufrir resignada las adversidades de la vida; ser buena hija, esposa fiel y madre amorosa; en una palabra, nutrir su espíritu con los sanos principios que constituyen una buena educación, es lo que a juicio de algunos basta para colocarla en el lugar que le corresponde en el banquete de la vida, sin necesidad de iniciarla en las verdades filosóficas, en la sublimidad del cálculo, ni en el descubrimiento de los secretos que encierra la naturaleza, por medio de las ciencias positivas.

Tal manera de discurrir en nuestro concepto, es defectuosa; porque sin desconocer la necesidad de la educación en la mujer, deseamos también para ella el conocimiento de aquellas verdades que son el alimento de la inteligencia y que constituyen la instrucción propiamente dicha; pues de otra suerte la tarea en la regeneración de la mujer sería incompleta, cualesquiera que sean las opiniones que se tengan acerca de la misión que esta parte de la especie humana, a la cual pertenecemos, tiene que realizar en el mundo.

En efecto, si se reconoce que la mujer está dotada de las mismas facultades que el hombre; si aquella, lo mismo que éste, tiene un alma sensible, inteligente y libre ¿qué razón habría para procurar desarrollo de todas esas facultades en los individuos de un sexo y no así en los del otro?

Si necesario es en la mujer el perfeccionamiento de su sensibilidad, procurando infundirle el amor a lo bello; si necesarios uy conveniente es el desarrollo de su voluntad para que procure el bien; igualmente necesario y útil es ilustrar su inteligencia, por medio de provechosas enseñanzas que la guíen hacia la verdad. Formando así el corazón de la mujer por medio de una buena educación e ilustrado su entendimiento por medio de una útil y sólida instrucción, ella llenará cumplidamente sus deberes y ejercerá su influencia bienhechora en el seno de los pueblos.