Tomo I Monterrey
Enero 15 1888. Número 9.
Quincenal de literatura, social moral y de variedades
Dedicado a las familias.
La vida
María Garza González
Blandamente reclinado
De su madre en el regazo,
Duerme el niño sosegado
Mientras es llegado el plazo
De verse todo apenado.
Poco á poco en la pendiente
De la vida se desliza
Y en su labio balbuciente
Se dibuja una sonrisa
Cándida, pura, inocente.
Crece y crece de improviso,
Que los años van pasando,
Y ¡á las aulas! es preciso
Que instrucción vaya tomando
Para ser hombre maciso.
De la vida á los umbrales
Ya principian los abrojos,
Las congojas y los males;
Se presentan á sus ojos
Las espinas y zarzales.
Después el niño inocente
En fugaz edad florida
Llega á ser adolescente,
Y de Amor profunda herida
En su pecho luego siente.
Pero es esto una alborada
Muy risueña y apacible
A que el alma está inclinada
Y le parece imposible
Mirar su dicha frustrada.
Es la edad de las pasiones
Del goce y de la inquietud,
De dichas y decepciones,
Es, en fin, la juventud
Que nos llena de ilusiones.
Tras de tanta dezazón,
De la vida á los embates
Llega al fin la reflexión,
Y entre dudas y combates
Vive siempre el corazón.
De familia los cuidados
Se presentan á su paso,
Pues sus hijos siempre amados
Son el báculo en su ocaso
Cuando están bien educados.
Sigue el hombre caminando
Entre penas y congojas
Y el tiempo vá destrozando
De su existencia las hojas
Y su vida terminando.
Más no concluye su anhelo,
Siempre ansiando venturanza,
Como el ave en raudo vuelo
Se levanta en la esperanza
De encontrar de dicha un cielo.
Y el terrible desencanto
Es tan sólo lo que encuentra
Y sus ojos vierten llanto,
Y en su corazón concentra
Sólo penas y quebranto.
A mil pruebas se sujeta
El hombre en cualquier esfera
Hasta llegar a la meta
De la misión que trajera
A este mísero planeta.

