Tomo I Monterrey

Enero 15 1888. Número 9.

Quincenal de literatura, social moral y de variedades

Dedicado a las familias.

Las amigas

María Garza González

¡Cuántas hay que se dan el título de amigas, y no lo son más que de mera fórmula! Pocas, muy pocas son las que de veras se quieren; y ninguna amistad parece más duradera que aquella que empieza á los albores de la vida; y sin embargo, á veces ni aun ésta es verdadera; un cambio de fortuna, una frase mal interpretada ó la más leve causa, es motivo de enfriar una amistad que parece había de eternizarse por los días de la vida.

Estas y otras ideas me vinieron á la mente al presentarse Elena á las puertas de mi casa con lágrimas en los ojos. ¡Pobrecilla! Ella que es toda ternura, entre sus amigas cuenta con predilección á Enriqueta; y con justicia, pues es su amiga de la infancia, íntimas en sus juegos, compañeras en los estudios, jamás se habían separado, eran la una para la otra; juntas crecieron y juntas entraron á formar parte en la sociedad, comunicándose sus más gratas impresiones, con aquel candor y aquella sencillez de corazón propias de su edad. Imposible les era estar separad en los teatros, paseos, visitas ó tertulias; donde estaba la una, de seguro se encontraba su inseparable compañera.

Ni por un momento se podría juzgar fingida esta amistad, jamás se podría creer que habría falsedad en tales muestras de cariño; y sin embargo, á pesar de tantas pruebas y protestas, Elena llora el abandono de su tierna amiga. Sin causa ni razón plausible se ha olvidado de su amistad, y empieza, por lo tanto, á desconfiar de la que ha sido depositaria de sus penas, de sus dudas y pesares; viéndola con una indiferencia cada día más notable hasta acabar por suspender sus visitar y no causarle estrañeza el que le falte la vista de su amiga y compañera.

Extraño para Elena era todo esto, pero no se le presentó ocasión de saber la realidad, sino hasta un domingo por la tarde, en el paseo de la plaza principal. Entonces, y al dar las primeras vueltas, se encontró con Enriqueta, acompañada de una señorita recien llegada, qué sé yo de donde, que es su nueva amiga y que, al parecer, se quieren mucho; al verla Elena, su alegría no conoció límites y procuró acompañarse con ella como lo tenían por costumbre; pero ¡ojalá y nunca lo hubiera intentado! lejos de ser presentada con la nueva amiga, recibió un trato despreciativo y vió manifiesto el disgusto de su antigua amiga por su compañía, y la sensible Elena tuvo que separarse con el alma transida de dolor y dirijirse á su casa.

Fué tanto lo que la hirió tan fuerte golpe, que las lágrimas corrieron á raudales por sus mejillas y el sueño huyó, por la noche, de sus párpados. Por más que torturaba su imaginación evocando los recuerdos, no encontraba la causa para ser tratada de semejante manera.

Finalmente, Enriqueta dió el golpe de gracia y rotó la cadena amistosa que uniera tan tiernos corazones, dando una tertulia en su casa, á la que invitó á todas sus amigas sin recordar ni aun por cumplimiento, de aquella que en otro tiempo fué su inseparable compañera.

Con justicia Elena vierte tan copioso llanto; triste, muy triste es en verdad, recibir un desengaño semejante, no sólo para un corazón tan sensible como el suyo, y tan lleno de amor para con sus amigas, sino aun para aquellos menos aprencivos; grande es el dolor que la aflije, y no hay palabras de consuelo á tanta pena; sólo con lágaimas encuentra espansión á su primer desengaño; y es que, queriendo con toda la fuerza de su alma, se cuida poco de ver si es ó no verdadero el cariño que se le ofrece; siente el peso de la decepción y se halla dispuesta á recibir otro y otros más; porque la vida es una cadena no interrumpida de episodios y sucesos más ó menos tristes. Juzga y con razón, que el cariño una vez sintiéndose en el alma con predilección hacia persona alguna, no puede borrarse con facilidad; se quiere á pesar de todo, aunque no se manifieste, pero cuando no se comprende la nobleza de corazón ó finos sentimientos, se llama poca dignidad al afecto que sentimos.

Con frecuencia se vé que se entrega la amistad, el cariño más puro á quien menos lo comprende; á quien las más veces paga con desdén ó con la más cruel indiferencia el verdadero afecto, y cuando se ve el engaño y se siente la pérdida, se llora con lágrimas bien amargas; pero quizá ya es tarde, la hipocresía disfrazada de etiqueta es lo que sólo se consigue, ya no aquella confianza de la amiga y compañera de la infancia; y es que siendo de carácteres distintos dos personas no pueden congeniar, y aunque de fina educación y trato distinguido, difieren en su manera de pensar. Esto pasa á mis buenas amigas, quienes, no aviniéndose á sus propias ideas, rompieron la más estrecha amistad, y el destino se encargó después de separarlas por completo, pues, casada Enriqueta con un rico hacendado de Linares, tuvo que radicarse en esa hermosa población; al poco tiempo Elena unió también sus destinos con un joven mexicano sin otro patrimonio que el que le produce su trabajo personal como dependiente de una de las más fuertes casas de comercio, establecido en Corpus Christi, donde se han radicado.

Compañeras y amigas ambas jovenes, me han honrado con su correspondencia; y hoy, contando con su beneplácito, doy publicidad á sus respectivas cartas, por ser de utilidad para la verdadera educación de la mujer, y que, estoy segura, me agradecerán mis queridas lectoras.―(Continuará.)