Tomo I Monterrey

Enero 15 1888. Número 9.

Quincenal de literatura, social moral y de variedades

Dedicado a las familias.

Maria o la Virgen del Cantaro

(NOTABLE TRADICIÓN)

Por L. Gil Marconell

(Continua.)

Tanto lloraron los jóvenes, y tantas y repetidas fueron las protestas que María por su virtud y Manuel por su caballerosidad hicieron al pastor, que éste hubo de calmarse, y desposeído del furor que se apoderó de él al sospechar la vergüenza de su hija, los atrajó hacia sí, y estrechándolos entre sus brazos;

―Hijos míos, les dijo, si vuestra unión ha de ser grata á los ojos del Señor, es menester que el padre de Manuel os otorgue su consentimiento, como yo os concedo el mio: id pues al castillo, y al presentaron ante el conde, no os ovideis del respeto que se debe á vuestros padres: no le oculteis el menor detalle de vuestro amor, no lo dudeis, su paternal bendición santificará vuestro cariño.

Alentados los jóvenes con la esperanza que las palabras del sencillo pastor les hiciera concebir, volvieron al castillo, y el conde se negó terminantemente á recibirlos. Manuel hizo heroicos esfuerzos para disuadir á los criados, que en cumplimiento de la orden de su señor, le estorbaban la entrada con María en las habitaciones de su padre; pero todos sus esfuerzos fueron vanos ante el impasible servilismo de los lacayos. Vanas también fueron las súplicas de María: los criados respondían á sus ruegos con insultos groseros y repugnantes, y avergonzada de este modo determinó abandonar el castillo y buscar en el hogar paterno el consuelo de que tanto necesitaba en su angustiada situación.

Al verla Manuel partir, empezó á gritar como un desesperado; sus palabras eran inconexas, sus ademanes propios de un hombre sin conocimiento, y todos sus actos, en fin, revelaban el extravío de su razón…… estaba en efecto loco.

En su demencia horrible empezó á correr á la ventura por todo el castillo, y penetró en las habitaciones de su padre. Sorprendióse éste de ver á su hijo en tan lamentable estado de perturbación mental y temiendo que su vida peligrara si no acudía con prontos y eficaces socorros, hizo venir inmediatamente á un médico, el cual, después de haber sangrado sin resultado favorable al pobre Manuel, declaró que había perdido por completo la luz de la razón.

Efectivamente, Manuel no recordaba ya nada ni de las personas ni de lus cosas. En vano su padre, con la más tierna solicitud y cariñosas palabras. Procuraba que su hijo recobrara el conocimiento. Triste y taciturno, parecía que no sólo la razón le había abandonado, sino que los sentidos corporales le faltaban también.

Un año pasó sin que el joven manifestara el más leve recuerdo de sus amores, ni el más insignificante indicio de haber vuelto á la razón. Al cabo de este tiempo se acordó de sus trabajos artísticos y una nueva pasión parecía que le arrastraba á la pintura y estatuaria. El pobre insensato pasaba los días enteros encerrado en su taller, y trabajaba sin objeto, sin idea, sin esperanza.

El aislamiento y la aplicación incesante del joven llamaron la atención de su padre, del médico y de María, quien, cediendo á las súplicas del conde, que tanto la había despreciado otras veces, consintió en vivir en el castillo y ser la compañera inseparable de Manuel, para ver si conseguía con sus delicadas atenciones y asistencia mejorar la situación del infeliz demente.

Resolvieron pues, sorprenderlo en sus tareas, y penetrando en el taller una mañana antes que Manuel se dedicara á sus trabajos, se ocultaron detrás de unos viejos tapices. No tardó mucho en aparecer el joven y sentarse cerca de una estátua, que poco á poco desnudaba de un lienzo que la cubría: la contempló primeramente con entusiasmo, y después exclamó:

―Yo haré que la sangre circule por tus venas…. yo haré que el calor de mi aliento te vivifique…. y entonces nadie será bastante para separarme de ti……..

(Continuará.