Tomo I Monterrey
Febrero 15 de 1888. Número 10.
Quincenal de literatura, social moral y de variedades
Dedicado a las familias.
Confidencia
Ercilia García
“¿Para que negarlo? Soy superticiosa; siempre que oigo el lúgubre graznido de la agorera lechuza, un frío mortal circula por mis venas, porque me recuerda la muerte de mis bellas ilusiones, cuando estaban próximas á realizarse; esa ave funesta fué el emisario de la desdicha que debió hundir mi existencia en amargo duelo, haciendome vagar por el mundo como cuerpo sin alma.”
Esto decía una joven, hermosa como la alborada del naciente día, á otra no menos bella que entristecida la escuchaba.
“Quizá no puedes tu comprenderme querida Anita, prosigió; porque hasta ahora no he tenido valor para confiarte mis penas; porque tu corazón aun no ha palpitado al impulso del amor; pero al menos te explicaré, contandote mi historia, la causa de la profunda tristeza que notas en mí. Como ya sabes, mi venida al mundo costó la vida á la que me dió el ser; dicen que mi padre, pobre y agobiado bajo el peso del dolor por tan infausto suceso, se afanaba por rodear de comodidades á su pobre huérfana, que con tan triste augorio habia venido al mundo. Mi padre tenía una hermana que acababa de perder á su esposo, y vino á hacerle compañía, llorando juntos su infortunio. Dios le había concedido un hijo, único fruto de aquel matrimonio……..Es imposible contarte fielmente mi pasado: cuando hácia él dirijo la mirada, instintivamente se embarga mi alma por la más cruel desesperación.
“Mis primeros años se deslizaron tranquilamente; me sentía felíz halagada con las tiernas caricias de mi padre que, á fuerza de cariño y de cuidados, quería hacerme olvidar la falta de la madre querida, de mi madre que era el tipo perfecto de la mujer cristiana, religiosa, amante y abnegada; pero Dios, ese mis,terio inpenetrable que rije al Universo enterome vedó gozar del cariño maternal; no obstante, yo era feliz, porque en la adolescencia, en esa bendita edad que en todo sonríe, se aspira siempre á tener con quién departir nuestros infantiles juegos; y Gerardo, el hijo de mi tía, me profesaba un cariño acendrado, poco común entre los niños. Llegué á los diez y siete años, á esa edad de las ilusiones, como los poetas dicen, en que el mundo se nos presenta bajo un prisma seductor, y más cuando se lleva en el corazón, el germen de una pasión, porque yo amaba, sí, amaba con la intensidad del primer amor, amaba, como el corazón humano no puede hacerlo más que una vez en la vida, en fin, abrigaba una de esas pasiones basalladoras que deciden de nuestra suerte y que, á no ser porque nuestra alma se alimenta con la filosofía de la religión cristiana, facilmente se descendería hasta el crimen, hasta el suicidio. No puedo decirte si Gerardo me quería igualmente ó nó, porque habia en su carácter un defecto muy marcado que me hacía sufrir horriblemente; había en él mucha volubilidad.
“Un día ¡Dios mio! nunca podré olvidarlo, noté en los negros y expresivos ojos de Gerardo, una expresión extraña, fascinadora; y cojiendome una mano me dijo con insegura voz: “¿Verdad que mis ojos son fieles intérpretes del alma? verdad que comprendes la lucha horrible que mi corazón mantiene? Te amo María y no quisiera amarte” Era la primera vez que me hablaba así y temblando le supliqué se esplicara. “María, no podré hacerte feliz, el fuego y la nieve no pueden juntarse; en tu corazón arde la llama divina del amor, y en el mio sólo hay cenizas; no sé que clase de amor te profeso, tu necesitas quién pueda amarte como tu eres capaz de hacerlo, y yo, nada, frialdad esperando tan solo que del huelo brote una chispa de fuego; esperanza vana.”
“Aterrada oía aquel torrente de palabras, y más cuando me dijo: “Olvida todo lo que te he dicho.”
“Tu debes comprender, querida Anita, lo que debí sufrir, mi alma desfallecía al peso del dolor que la oprimía. ¿Porqué Gerardo tuvo valor para decirme que no me amaba?…….
En negro manto se envolvió el día; todo, ante mi vista, tomaba formas gigantescas, abrasadoras y reveldes lágrimas resbalaban por mis calenturientas mejillas, y en tristisimo insomnio pasé esa noche fatal…….. Los primeros albores de la mañana disiparon el horrible delirio que sufría mi abrumada mente, declarándose una fiebre intensa que me iba consumiendo lentamente; el doctor pronosticó mi muerte, la ciencia médica se declaraba impotente para salvarme…..sólo un milagro de quien todo lo puede me volvería á la vida; el milagro de quien todo lo puede me volvería á la vida; el milagro se verificó………la vida vino, y figurate cual sería la esposa de Gerardo. Entre el gozo y el sufrimiento pasaba los días; él se mostraba amante y tierno unas veces, y otras reservado ó indiferente.
…………..
“Era una noche tranquila y hermosa del inconparable Octubre; la luna triste y melancólica se destacaba en el cielo derramando sus pálidos y poéticos rayos; yo contemplaba extrasiada la magestad y hermosura con que se revisten todos los objetos á la opaca claridad de la reina de la noche; Gerardo me describió los mil encantos, la felicidad sin límites que juntos gozariamos, “Mañana se verán por fin realizados nuestros ensueños, sin que haya, querida María, poder humano que nos separe.” Esto dijo entusiasmado, cuando distinguí en un árbol un bulto negro, se movía, luego lanzando un horrible graznido aleteó sobre nuestras cabezas; era ese animal de que te hablé…..no sé por que me estremecí………jamás había sido supersticiosa pero hubo la coincidencia de la cruel desdicha que mató para siempre mi felicidad…..
“La iglesia estaba convenientemente arreglada, el sacerdote con sus sagradas vestiduras nos recordaba la sublime misión que teníamos que cumplir; Gerardo dió el “sí,” con entusiasmo yo, ahogada la voz por la emoción apenas pude articularlo; de pronto lo ví palidecer y exhalando un ¡ay! desgarrador cayó al suelo sin sentido………¡Dios mio! una mortal aneurisma le arrebataba violentamente la existencia…..
“Tres meses estuve yo entre la vida y la muerte; pero estaba decretado que había de vivir sufriendo. Esto es Anita, la terrible historia de mi vida y ahora, déjame llorar libremente.”

