Tomo I Monterrey
Febrero 15 de 1888. Número 10.
Quincenal de literatura, social moral y de variedades
Dedicado a las familias.
Las amigas
María Garza González
(Continua.)
Primera Carta de Enriqueta.
Lináres, Setiembre de 1882
Querida María:―En pocas palabras voy á describirte mi viaje de esa ciudad á esta.
Como tú sabes, partí de mi querida Monterrey á las nueve de la mañana, con el alma llena de amargura, porque allí dejaba los seres más queridos de mi corazón, mispadres y hermanos; mas las molestias del camino me hicieron en breve olvidar las penas. No ignoras lo escabroso del terreno de esa ciudad á la de Cadereita, y más aún en tiempo de lluvias, como fué el que tuvimos al emprender nuestra marcha, haciendo por esto cuatro horas para llegar á ese tu pueblo natal, que en obsequio de la verdad, me sipatizó muchísimo. pues es muy pintoresco y bien delineado, aunque sus moradores son tan pacíficos ó poco amantes de bullicio, que me parecieron las calles poco menos que desiertas.
Nos hospedamos en casa de un Sr. Sada, amigo de mi esposo; y ahí tuve oportunidad de conocer á varias de las principales familias y disfrutar de su trato fino y distinguido; la esposa del señor Sada es un modelo de bondad; quiso obsequiarnos como en efecto nos obsequió con una bonita tertulia de familia, por lo cual tuvimos que permanecer allí hasta la mañana sigulente, en que emprendimos de nuevo nuestra marcha. Ya de allí fué una cadena no interrumpida de sustos y mortificaciones hasta llegar á esta población.
Figúrate cuánto nos sería mi temor con unos rios tan horrorosos como son: el de San Juan, Montemorelos y la Parida, á cual más de caudalosos y terribles; al cruzarlos sufrí mucho, pues me parecía que el coche se volcaba; y luego los arroyos y la infinidad de piedras que cubre la carretera…..¡ay! te aseguro que aun tengo el cuerpo triturado y con deseos de no hacer otro viaje jamás.
De Montemorelos no te daré razón por que llegué como debes comprenderlo, sumamente indispuesta; varias personas atentas y cumplidas se dignaron visitarme; pero era tal mi trastorno que casi ni supe quienes fueron; comprendí que á mi esposo lo aprecian bién y que á amí procuraban cumplimentarme; yo sentí por lo tanto, no poder corresponder á tanta fineza por el estado en que me hallaba, pues á veces hasta las atenciones de mi esposo me eran molestas. Por fin llegué al término del viaje, es decir á esta ciudad, y por mucho tiempo resentí las consecuencias producidas por las fatigas del camino.
Adiós por hoy; te hablaré en otra carta de la recepción que me hicieron en esta ciudad.―Tu amiga.
―Enriqueta.
***
Primera Carta de Elena.
Corpus Christe. Enero de 1883.
Inolvidable María:―No encuentro palabras con qué manifestarte el placer que experimento en mi nueva vida; soy tan feliz que temo se emboten mis sentidos y embargue la facultad de expresarme como deseara y merecen las personas á quianes me dirijo; sólo una nube empaña el cielo de mi dicha y es el encontrarme separada de mi familia; pero el destino así lo quiso y estoy resignada, por no decir satisfecha de mi suerte, aunque comprendo y me convenzo de que no hay felicidad completa eu este mundo; sin embargo, exijir más sería hasta cierto punto una inconsecuencia.
La larga distancia que nos separa la salvé en alas de vopor, y aún concervo en mi corazón las gratas impresiones que recibí al subir en el ferrocarril, con el semblante bañado en lágrimas y un intenso dolor en el alma, mezcla de satisfacción y de pena, al ver á mis buenas amigas y compañeras que de mí se despedían también con lágrimas en los ojos. ¡Dejar á personas que de veras me quieren y causarles tan amarga aflicción con mi ausencia!……Esas muestras de afecto serán el más grato recuerdo que conserve del suelo donde ví la luz primera. Y ¿que es la separación? el lazo que une á dos corazones que se aman y se comprenden; no es el olvido como algunos han dado en suponer, por el contrario, nunca se eterniza más el cariño que se profesa á una persona, como cuando se halla ausente.
Mi natural tristeza me acompañó por un buen espacio de tiempo; pero la solicitud de mi esposo por una parte y la variedad del camino por otra, me distrajeron bastante, pues no pude permanecer impacible á los poéticos encantos que se presentan viajando en ferrocarril, ni se sienten las fatigas de una larga travesía. Con aquella asombrosa rapidéz conque se van dejando sembrados, campos y pueblos…..no tan preso se parte de una estación cuando ya se llega á otra; y así, abarcando kilómetros por minutos, llegamos á Laredo, doude pasamos la noche. A la siguiente mañana salimos del hotel donde nos alojamos para continuar nuestra marcha; y caminando de la misma manera que el día anterior, llegamos sin novedad á esta pintoresca población tejana, donde me tienes á tus órdenes en una humilde, pero poetica casita de madera situada cerca del muelle.
―Elena.
(Continuará.)

