Tomo I Monterrey

Febrero 15 de 1888. Número 10.

Quincenal de literatura, social moral y de variedades

Dedicado a las familias.

María o la virgen del cántaro

(NOTABLE TRADICION.)

I. Gil Marconell

(Continua.)

Con gran sorpresa de los ocultos y á riesgo de haber sido descubiertos por el loco en la involuntaria esclamación que los tres hicieron, se presentó á sus ojos la estátua misteriosa que no habían visto hasta entonces. Aquella obra era un prodijio de gracia, de sentimiento y de poesía……

            Representaba la estátua una niña joven semejante en un todo á la bella María. El artista había copiado sus primorosas facciones; sus largas trenzas, sus lindas manos, sus diminutos pies, su gracioso talle, había trazado todos los minuciosos pormenores de su gracioso traje, y sobre su cabeza habia colocado el cántaro que llevaba la tarde de su primera entrevista.

            El conde y María estaban como petridicados en su escondite, y fué menester que el médico los sacara de su estupor para que, aprovechando un momento en que el loco parecía más entretenido, salieran de allí sin ser notados por él.

            Señor conde, dijo el médico, la escena de que hemos sido testigos, me ha sugerido un medio de salvación para vuestro hijo; espero confiadamente que nos ha de producir mejor resultado que todos cuantos hemos empleado hasta hoy: Venid, venid, y tú también, Maria, pues sólo de tí depende el buen éxito de mi plan.

            Al día siguiente penetró sola María en el taller de Manuel, ocultó la estátua, en un rincón y colocándose ella sobre el pedestal, procuró reproducir la actitud, el gesto, las miradas y todas las apariencias de aquélla.

            Muy luego entró Manuel y aproximándose á la que creía su obra, para animarla con el soplo de su amor, cogió un cincel para corregir un defecto, una mancha que á su parecer había en la estátua, y que no era otra cosa sino un lunar que María tenía en su niveo pecho; levantó la mano para herir con la herramienta el transpatente cutis de María; hirió, y una mancha de sangre apareció inmediatamente á los ojos del artista.

            ¡Oh!……¡Que dicha exclamó Manuel arrojando la herramienta;! tiene ya vida!……¡está ya concluida¡……

            La estátua decendió de pedestal, y fijos los ejos en Manuel, le miraba y sonreía.

―!Dios mío….. ¡Dios mío! murmuró temblando Manuel.

La estátua le llamó por su nombre y le tendió una de sus manos, y no pudiendo Manuel resistir la fuerza de tanta emoción, cayó sobre el suelo bañado en sudor.

Su padre y el médico se presipitaron entonces en el taller; levantaron á Manuel y le colocaron cuidadosamente en la cama.

Hubo un momento en que se creyó que Manuel había dejado de existir; pero aquel mismo día, pasaba la crisis, reconoció á su padre y á María,, estrechándolos repetidas veces sobre su corazón.

María murió algunos años después, y Manuel se encerró en el monasterio de Yuste á llorar la pérdida de su esposa.

 Colocada la estátua en una capilla del convento, bajo la advacación de la virgen del cántaro, fué objeto, por espacio de muchos años, del culto y veneración de aquella comarca; y en la lucha que nuestro país sostuvo para conservar su independencia, despareció, como otras muchas preciosidades artísticas, de que sólo nos han quedado gloriosos recuerdos.