Tomo I Monterrey
Marzo 15 de 1888. Número 12.
Quincenal de literatura, social moral y de variedades
Dedicado a las familias.
La flor y el lucero
(Oaxaqueña)
María Santaella
―
Nació una flor cual ninguna,
Por su atractivo inocente,
Siendo su dichosa cuna
Orilla de mansa fuente.
*
Ella alzó su tallo leve
Graciosamente ataviada
Con su corola de nieve,
Bajo la oscura enramada.
*
Fresca, perfumada, abierta,
De la alta noche en las sombras,
Era una reina despierta
Sobre las verdes alfombras.
*
Pero al verse hermosa y sola,
Inclinóse con desmayo
A la fuente, cuando hirióla
De luz bellísimo rayo.
*
Un astro se reflejaba
En el agua deliciosa,
Y en resplendores bañaba
A la solitaria rosa.
*
Ora en cristal movible
Se agitaba; ora en sosiego,
Con encanto irresistible
Dardos lanzaba de fuego.
*
¿Quién no amara hechizo tanto
Del celeste reverbero?
La flor con púdico llanto,
“Yo te amo,” dijo al lucero.
*
“Toma de mis blancas hojas
Esta gota de rocío
Que de amor en las congojas
Como una prenda te envío.”
*
Inmóvil, hora tras hora,
Contemplaba en su delirio
La imagen fascinadora
Y luminosa de Sirio.
*
En tanto que así gozaba,
Extasiada no veía
Que la fuente se agotaba
Y el agua se consumía.
*
Hasta que al fin los fulgores
Viera tornarse en arena,
En un suelo los amores,
Y las delicias en pena.
*
“Adiós, vida de mi vida,”
Dijo, su cáliz cerrando;
Y en tan triste despedida
Se iba el aroma acabando.
*
Después la flor sin mancilla,
Al impulso del ambiente
Giraba seca á la oilla
De la consumida fuente
*
Así el que ama una hermosura
Que es de Dios, sólo el reflejo,
Pierde y llora la ventura
Que hella en efímero espejo.
*
El amor que dicha encierra,
Y es del hombre el dulce anhelo,
¡Su luz refleja en la tierra;
Pero se encuentra en el cielo!

