Tomo I Monterrey
Marzo 15 de 1888. Número 12.
Quincenal de literatura, social moral y de variedades
Dedicado a las familias.
Las amigas
(Continua.)
María Garza González
―
Tercera carta de Enriqueta.
Linares, Abril de 1888.
Querida amiga:―No atribuyes á falta de cariño mi tardanza para escribirte con la regularidad que era de desearse, pues constantemente la nevralgía y otros males molestos, hanme privado de cumplir con un deber de amistad; además, me he visto precisada á cada momento á estar de viaje; por mi falta de salud el Doctor aconseja á mi esposo que me pasee y distraiga, con lo que, repito, me veo obligada, por decirlo así, á estar fuera de mi casa.
Ahora acabo de llegar de una de las rancherías, propiedad de mi esposo, quien además de las prescripciones del médico, quiere que conozca sus posesiones; así es que andaré de aquí para allá sin tener un momento de reposo, espuesta siempre al molesto movimiento del coche y á las mal condimentadas viandas que se preparan en los caminos; yo me resigno y hasta aparento estar gustosa; pero en realidad no me satisface esta vida.
Ultimamente asistí a los herraderos……..¡ya verás que teatros y divercioes se me proporcionan! ¡Qué entiendo yo de estas cosas? Y luego que soy tan nerviosa. ¡Presenciar un espetáculo tan horripilante! Figurate el ver aquellos hombres, tan espuestos al cojer los animales que se han creado en los potreros, sin que les haya caido jamás el lazo; y por último aplicarles el hierro cante……no, te digo con verdad que no es para presenciarse esto: tan solo una vez lo ví y quedé convidada para no volver más; los días que duró esta operación los pasé fastidiándome en las casas sin saber ni en qué ocuparme.
¡Ay, cómo hecho de menos mi vida en Monterey! yo no sabía hasta donde se es feliz viviendo al lado de los padres; ahora comprendo todo el bien que perdí; pero ya no hay remedio; verdad que mi esposo disfruta de alguna comodidad; pero ¿de qué me sirve si tengo que andar en el campo y en las haciendas? solamente me encuentro bien cuando estoy en la ciudad: aquí cuando menos, hay con quién tratar y encuentro más distracción.
Adiós y hasta otra vez.
―Enriqueta.
Tercera carta de Elena.
Corpus Christí, Mayo de 83.
Inolvidable María―Guiada por los consejos de mi maestra, y la recomendación de los buenos libros que he leído, logro ver, aunque sea en parte, realizadas mis aspiraciones, como es la de cumplir con la difícil tarea que me he impuesto. Ahora he comprendido que la mujer no es la flor que se destina al adorno de una casa, á embellecerla simplemente con su presencia; es el alma del hogar doméstico, ahí es el teatro de sus virtudes donde cumple con la misión para que fué creada.
Estas reflecciones me las trae á la mente el magnifíco regalo de boda que me hiciste; todos los objetos con que manifestaron mis amigas su afecto ese día, los conservo como de un valor inestimable; pero el tuyo “Un libro para las Damas,” por doña María del Pilas Sinuez de Marzo, supera á todos, porque me ha enseñado á cumplir con mis deberes; es mi guia y le consulto como un patrón para arreglar un treje ó una receta para confeccionar un platillo.
Si todos los padres ó madres de familia tuvieran el cuidado de poner en manos de sus hijas las obras de tan sabia escritora española harían ellas unas excelentes amas de casa, y correjirían los vicios que perjudican á la sociedad.
Yo considero este libro de suma utílidad: con él sé dirigir mis tareas y las hago más llevaderas; me enseña la economía, orden y hasta la distribución del tiempo para los quehaceres; y como en este pueblo son tan escasas las personas que se dediquen por salario al servicio doméstico, tengo yo que desempeñar todas las funciones de la casa, á lo que estoy muy habituada, y en nada extraño su falta; mi esposo me ha proporcionado todo lo necesario para el servicio, y con suma facilidad desempeño el arte culinario.
Sólo con un criado cuento para lo más indispensable, y alcanzo como ya te dije á compartir el trabajo de escritorio con mi esposo, siendo así dos dependientes en vez de uno; y en los ratos que nos quedan libres, salimos á la playa ó al campo á disfrutar de la brisa del mar á la caída de la tarde, con cuya vida disfruto de la tranquilidad de mi espíritu.
―Elena
(Continuará.)

