Tomo I Monterrey
Abril 1 de 1888. Número 13.
Quincenal de literatura, social moral y de variedades
Dedicado a las familias.
María al pié de la Cruz
Ercilia García
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Vedla! Vírgen de pálido semblante,
Calsinados por llanto están sus ojos:
Su mirada divina y suplicante
A los cielos eleva con fervor.
Su corazón palpita tiernamente
Y en actitud humilde está de hinojos,
Mirándose el estigma en su alba frente
Del sufrimiento horrible y el dolor.
Es la vírgen de célica hermosura
Que al pié de ese madero está llorando;
Mil suspiros exhala de amargura
Y solloza y pronuncia un nombre amado.
Exhala en su dolor tristes lamentos,
Y en su delirio horrible le está hablando,
Ahogándole la voz los sufrimientos.
A su hijo, que en la cruz está clavado.
Esa es María, la vírgen pudorosa,
Inmaculada madre del Señor,
La doncella inocente y primorosa
Que el Eterno, entre todas escojió.
Es la autora que anuncia el nuevo día:
Es rocío temblando en una flor:
La luz indeficiente que nos guia,
La odorífica flor de Jericó.
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Vedla, allí está: sostiene entre sus brazos
El cuerpo augusto de Jesús sn hijo,
Sientiendo el corazón hecho pedazos
Sintiendo que no tiene ya valor.
¡Oh madre sin ventura y abnegada!
En vano buscas con afán prolijo
Cerrar esas heridas, angustiada,
Que abrieron los infieles con furor.
¡Oh María! antorcha bienhechora:
Radiante luz que alumbra la existencia:
Consuelo bedecido del que llora:
Perfume celestial del incensario.
¿Quién puede resistir tu cruel tormento?
Quién no siente turbada la conciencia
Cuando el recuerdo viene al pensamiento
Del martirio sufrido en el Calvario?
Estrella luminosa del creyente,
De los cielos la reina esclarecida,
Y de la tierra el ángel, que clemente
Alienta nuestro espíritu abatido.
Bendita seais dulcísima Maria
A tus plantas me inclino agradecida
Y llevo á ti, con la plegaria mia,
Del corazón tristísimo gemido.

