Tomo I Monterrey

Junio 1 de 1888. Número 15.

Quincenal de literatura, social moral y de variedades

Dedicado a las familias.

Las amigas

(CONTINUA)

María Garza González

QUINTA CARTA DE ENRIQUETA

Linares, Agosto de 83

Querida amiga.― Un gran acontecimiento es el que tengo que comunicarte ahora; no sé hasta donde ponderarte la satisfacción y el contento de que me hallo poseida al conocer el verdadero cariño, el que puede llamarse amor de amores, unico dia feliz que he tenido en mi vida en el que fui madre de un niño, el que tengo placer de ponerlo á tus órdenes.

Pero junto con la satisfacción viene el desencanto, tal vez por esto es más grande el cariño, por aumentar los sacrificios, y las penalidades, por la escasez de sirvientes la mujer que está encargada de mi asistencia tiene tanta calma para el desempeño de sus funciones que se le pasan las horas y no sabe cuando se le da el alimento á un enfermo.

Y no es esto todo, mi esposo no ha perdonamedio por conseguir una nodriza y al fin la que se comprometió á la crianza del niño se despedirá luego que se consiga otra, porque tiene mal calor y temo que esté enferma, lo que será nocivo á la salud del recién nacido.

En fin este pedazo de mi vida es el contento de todos; su papá está gustosísimo con él, igualmente que su familia; yo que soy la más feliz estoy orgullosa de que mi hijo sea el objeto de tanto cariño y, como es pequeñito, temo se desbarate á las demostraciones de afecto.

Quizá tenga acierto para cumplir con mis deberes de madres.—Enriqueta.

QUINTA CARTA DE ELENA.

Corpus Christe, Setiembre de 83.

Estimada amiga: Prometí hablarte de la familia del General X. y ahora cumplo la promesa, por ser las acciones de la esposa de este señor, dignas de mencionarse; es madre de una numerosa familia, afable y prudente; dechado de virtudes y modelo de esposas; su hijo mayor que cuenta doce primaveras, á pesar del cuidado que ha puesto la madre en su educación moral, adolece de algunos defectos propios de un joven inexperto.

Una tarde que me encontraba de visita en la casa entró una de las niñas, jovencita de diez abriles, con lágrimas en los ojos, porque su hermanito la había reñido; la prudente madre llamó al niño y, averiguada que fué la causa del pleito, encontró la justicia de parte de la niña; entonces fué acreedor á una severa reprensión el jovencito, quién se enterneció con las justas palabras de la madre y sacando un pañuelo del bolsillo se enjugó las lágrimas que bañaban su semblante.

La señora reconoció el pañuelo y le preguntó qué de donde lo había adquirido, á lo que contestó el niño que su hermanita lo había bordado y regalado un día antes.–“Lo vez–dijo la señora,—y así pagas el cariño de tu hermana abusando de su debilidad para reñirla.

Estaban en esto cuando se presentó un amiguito del niño á invitarlo para una excursión por el mar á pescar ostras, y antes de concederle el permiso hizo que leyera en un libro de educación el castigo que un padre dió á su hijo por que levantó la mano para su hermana menor, el cual fué jubilado por ocho días.

Convencido el niño con tan buenos argumentos humildemente pidió perdón de su falta, protestando no volver jamás á mostrarse tan inhumano con sus hermanas menores.

Esto, querida amiga, me llenó de encanto; la manera tan fina que tiene esta excelente señora para educar á su femilia es digna de imitarse; desde entonces mi amistad ha sido más estrecha, además, su trato tan distinguido es un libro abierto para mi, que me enseña los portentosos secretos de saber gobernar la casa, y de cumplir con la misión más sagrada para la mujer; cual es la de cuidar de la educación de la familia.

Yo te prometo imitarla en todo y ser su sombra.―Elena.

(Continuará.)