Tomo I Monterrey

Junio 15 de 1888. Número 16.

Quincenal de literatura, social moral y de variedades

Dedicado a las familias.

La amigas

María Garza González

(CONTINUA)

SEXTA CARTA DE ENRIQUETA

Linares, Octubre de 1883.

Inolvidable María: —¡Oh qué penosa vida es la del matrimonio! ¡Bien haya la que no piensa encadenarse con tan pesada carga! Todo camina bien por una senda cubierta de flores, desconociendo los afanes, mientras no hay familia; pero al venir ésta todo cambia.

Hay quien diga que el matrimonio sin familia es caminar por un desierto, y en mi concepto no hay tal; verdad que á los hijos se quieren con toda el alma y no hay palabras capaces para expresar el cariño que siente por ellos; pero es tan penoso y se sufre tanto para su crianza que no se puede ya disfrutar de ninguna tranquilidad. ¡Adiós paseos y distracciones! ya se acabaron aquellos días de contento, ¿qué digo? si ni aun siquiera se puede dormir á gusto.

Figúrate qué noches pasaré con mi niñito tan necio, verdad que yo no lo veo entre la noche, la nodriza es quién tiene este cuidado; pero su llanto me quita el sueño, y más que todo la pena que siento al verlo enfermo; quisiera con el alma darle la salud, y me concreto á buenos deseos porque no me es posible conseguir lo que anhelo.

El médico no se separa de su lado, propinándole los medicamentos que juzga á propósito, y sólo se consigue que se restablezca algunos días, para estar en peor estado después. ¡Pobrecito! está tan endeble que abrigo muy pocas esperanzas de que se salve; su papá está muy pesaroso y no perdona medio ni sacrificio por conseguir su salud; le procura distracciones y le ha cambiado de nodriza y parece que es en vano, porque no quiere ni aun tomar el alimento; en fin ha sido un puro penar y Dios sabe cuando terminará esto. 

Compadéceme, querida amiga, y hasta otra vez.

—ENRIQUETA.

SEXTA CARTA DE ELENA

Corpus Christi, Noviembre de 1883.

Querida mía: —La tarjeta que te adjunto es la del bautizo de mi niña, por ella sabrás el día y fecha en que vió la luz primera así como su nombre de pila: conserva este recuerdo de mi querida Elisa, que para mi es de imperecedera memoria.

El día que mis labios dieron el primer beso de madre ¡qué impresión tan grata sintió mi corazón! ¡qué inefable dicha, y qué de sentimientos encontrados experimenta mi alma al acercarme á mi hijo é imprimir en su frente el ósculo de amor! Una lágrima y un suspiro se escaparon de mi pecho; lágrima de regocijo, porque no hay dicha comparable como ver entre sus brazos al precioso ser á quien se ha dado la vida; y un suspiro porque en mi cariño de madre pensé en el porvenir y consideré cual sería su destino.

Ahora comprendo más difícil mi situación. ¡Qué responsiva para una madre! y qué ¡tacto y que finura para su educación se necesitan! ¿Podré cumplir con la misión que me he impuesto? No lo se, confío en los buenos autores que nos enseñan á desempeñar estas tareas: en las mujeres modelos que me servirán de guia y en los consejos de mi sabia mentora, que jamás me faltan. También á tí recurro, querida amiga, dime, indícame algo, en lo que has leido para la educación de la familia.

Veo que es más fácil decir que hacer, pero el tiempo dirá cómo he cumplido con mis deberes de madre, y pondré todo lo que esté de mi parte, todo el esmero posible por lograr una niña de buen corazón y finos sentimientos. Y ¿cómo nó si en ella va mi interés? Se trata del porvenir del ser que más quiero en la vida, y nada serán los sacrificios que me imponga por él.

Adiós por hoy, amiga querida; acuerdate siempre de

—ELENA.