Tomo I Monterrey
Julio 1 de 1888. Número 17.
Quincenal de literatura, social moral y de variedades
Dedicado a las familias.
La mujer en México
(El Correo de las Doce.)
F.G.
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Salvo honrosísimas y muy contadas excepciones la mujer en nuestro país se encuentra én el estado moral, que tuvo en la época de nuestros mayores. Estiéndese por todas partes y crea nuevos horizontes la enseñanza del hombre; pero el ser débil, la mujer, continúa sometida á las faenas domésticas exclusivamente, ni más ni ménos que una honrada ma de gobierno.
Desde los primeros pasos que dá en la vida se le nutre en la idea de la obediencia pasiva, se exagera la debilidad de su sxo, la inferioridad de sus facultades intelectuales, que le impide luchar con su competidor el hombre, su señor natural. En las establecimientos privados de educación se le enseña á los que se llama el Santo temor de Dios traducido por la creencia ciega de todo lo que quiere el buen director espiritual y cuando ha leído cancaneando el Fleury, conocido de cuerito á cuerito los preceptos del padre Ripalda y las cuatro reglas de aritmética ha llenado ya su misión sobre la tierra, ¿Qué más necesita saber la mujer? Síguese luego la educación del adorno, el bordado en todas sus variedades, el piano, la costura, el conocimiento del cocinero mexicano, para saber confeccionarle arroz á la valenciana ó los chiles rellenos, La Señorita está yá en disposición de presentarse en sociedad bajo la dirección siempre de la mamá que á su vez no conoció del mundo otra cosa, ó de alguna tía solterona que tiene el horror al matrimonio. Y esta niña así educada será mañana madre, pasarán sobre ella terribles deberes, sufrirá el embate de las pasiones, sin más guía que su conciencia, sin más elementos que la pureza de su corazón. Su único entretenimiento desde que tiene la conciencia de ser mujer, son las novelas ¡y Dios sabe cuales! Busca en el mundo para entregarle su corazóu y su cuerpo, virgen purísima, á algunos de aquellos tipos magistralmente pintados por Dumas ó E. Sué, algún espada chín de la edad media, capaz de herir á diez de una sola estocada, vencedor, y jamás vencido, entregándose tierna paloma en las garras de feroz milano. Si más tarde la miseria toca á las puertas del hogar, contra ella no tiene más recursos que sus lágrimas, más esperanza que su santa resignación. Orar y pedir al Dios Supremo algún milagro de los que é puede hacer cuando se le pida con fé, es talismán, y mientras consolada espera, los niños acurrucados en algún rincón tiritan de frío y lloran de hambre, que es impotente para acallar. Maldice entonces aquella educación que le impide buscar el pan para sus hijos.
Tiempo es ya de acabar con tan pernicioso sistema. La mujer es tan inteligente quiza más, que el hombre, y su espíritu es digno de ser levantado. La mujer ese ángel del hogar, no nació exclusivamente para formar las delicias del sexo fuerte. Puede y debe tener caudal bastante de instrucción para bastarse así misma y ser más tarde el guía experto, inteligente de sus hijos. Las ciencias y las artes la brindan con sus encantos. Romper con esas preocupaciones del pasado que ponían barrera infranqueable al sexo débil, segregándola de los mundos del saber. ese debe ser el esfuerzo constante y poderoso de la sociedad actual.
En la capital de la República ha sido acordado el título de Médico cirujano á la Srita. Montoya.
¡Cuán duro fué el aprendizaje de esta Srita!
¡Criticada por todas partes, zaherida por todas las mujeres, calificada con los epitetos más virulentos, pero ella firme en su propósito, adquirió una corona, tanto más valiosa, cuando que fué conseguida á costa de mayores sacrificios.
Es de esperarse que las jóvenes mexicanas, animadas de ejemplo tan digno de ser imitado, sigan por el camino trazado ya por la Srita. Montoya.
Nosotros no tenemos más que estas palabras que dirigirles.
Valor y constancia.

