Tomo I Monterrey
Junio 15 de 1888. Número 16.
Quincenal de literatura, social moral y de variedades
Dedicado a las familias.
La estrella de tarde
(Monterrey, Junio de 88.)
Josefina Campos
I.
¡Explendorosa estrella! ¡púdica vírgen del cielo! Yo te adoro como un destello del Omnipotente, yo te contemplo pura y divina como los ensueños de la inocencia, y cuado te miro brillas por Occidente como la aureola de Dios, quiero llegar hasta tí para depositar en tu seno mis suspiros………
Siempre te he adorado, imagen del amor, siempre te he contemplado como el símbolo de la pureza, porque apareces en los cielos cual hermosísima diosa de mis tristes cantares; y entonces cuando te miro radiante, late mi corazón al impulso de la esperanza, porque en tí admiro la sabiduría de Dios………
¡Cuántas veces me has visto llorar el infortunio de mi juventud, y cuántas también me has sorprendido cuando un recuerdo triste, tan triste como la memoria de mi madre, ha hecho brotar el llanto de mis ojos, y tú entónces con sólo tu hermosura has disipado mi tormento!…..
II.
Ven ya, que el sol apenas envía sus espirantes rayos; el crepúsculo se va desvaneciendo como la niebla de los campos, y las flores cerrando van sus corolas. Ven, estrella de la tarde, que mi corazón te desea como el desdichado la felicidad; no desdeñes mis halagos como el hombre ingrato, porque mi amor es sincero como la oración del justo. Siempre te amé………
III.
Aparece ya, que las aves reposan dormidas bajo el umbrio follaje de los campos, solo se escucha el tranquilo murmurar de las aguas espumosas……….
Ven, presto porque deseo ver rielar tu luz en las cristalinas ondas de la fuente………
IV.
!Oh! ¡Y qué bella eres cuando te presentas imperando entre los astros! ¡Los celajes no se atreven á ocultar tu fulgor purísimo como la mirada de un arcángel, y cuando cintillas, cuando tu luz tiembla, entonces miro en ti mi ventura, porque tú sola has sido el dios de mis amores………
V.
También me mirabas sonreír, cuando arrullada por mi madre ignoraba yo que existía, también miraste mi frente tonta, libre en onces de pena. ¿No es verdad? Pero mis ensueños de la infancia ya pasaron; se desvanecieron como la hermosura de un lirio que la tempestad abate, sin dejar huella tras sí……
¿Y ahora?……… sólo me ves llorar, sólo me ves gemir……… Sólo tu vida es tranquila: siempre velando la existencia de la humanidad, la miras mecerse en su cuna rodeada de pureza y también eres su compañera en el sepúlcro……
¡Misteriosa viajera! Tú también morirás; eres frágil como la naciente rama de un sauz; tus encantos se marchitarán como los pétalos que el viento arranca.
VI.
¡Angel de mis tristes amores! ¡Sólo en tí he encontrado mi esperanza y en tu luz fulgente el alivio en mis penas!
Tú has velado mi sueño cubriendo con tus alas de diamante mi lecho de amargura, y cuando el fantasma de mis tristes días interrumpe mi solás, sólo al mirarte se evapora mi pesar.
Tú revelas al mundo la existencia del Creador, y tú acallas orgullosa las dudas del impío haciendo que se postre ante tu luz.
Tú eres estrella de amores que el poeta ha cantado con su lira, porque has alumbrado tal vez la frente de su amada, tú has escuchado los suspiros de angustia que su pecho han calcinado, porque tú, en fin, los sorprendías en sus coloquios de amor…… tal vez en sus últimos cantos de muerte……
Sigue, sigue mitigando mi llora que es de fuego…… sólo tu podrás calmar la fiebre que abrasa mi cabeza, el delirio que embarga mi cerebro, porque en la tierra todo es mentira y sólo en tí veo esperanza.
VII.
Sí, tu me escuchas cuando gimo de dolor por la ingratitud de los hombres, cuando en la tierra no encuentro quien suavice mi infortunio…… ¡Oh! Y tú hablas á mi corazón! tú cintillas para hacerme comprender que sólo tú recibes benigna mis suspiros y lamentos………
Sólo tú has sido para mí el consuelo de mi vida, y tú también alumbrarás el sepúlcro que guarde mis cenizas………
Algún día morirás, ¡oh estrella! Tu radiante luz se apagará como lámpara que el viento extingue.
Tomo I Monterrey
Enero 15 1888. Número 9.
Quincenal de literatura, social moral y de variedades
Dedicado a las familias.
Las amigas
María Garza González
¡Cuántas hay que se dan el título de amigas, y no lo son más que de mera fórmula! Pocas, muy pocas son las que de veras se quieren; y ninguna amistad parece más duradera que aquella que empieza á los albores de la vida; y sin embargo, á veces ni aun ésta es verdadera; un cambio de fortuna, una frase mal interpretada ó la más leve causa, es motivo de enfriar una amistad que parece había de eternizarse por los días de la vida.
Estas y otras ideas me vinieron á la mente al presentarse Elena á las puertas de mi casa con lágrimas en los ojos. ¡Pobrecilla! Ella que es toda ternura, entre sus amigas cuenta con predilección á Enriqueta; y con justicia, pues es su amiga de la infancia, íntimas en sus juegos, compañeras en los estudios, jamás se habían separado, eran la una para la otra; juntas crecieron y juntas entraron á formar parte en la sociedad, comunicándose sus más gratas impresiones, con aquel candor y aquella sencillez de corazón propias de su edad. Imposible les era estar separad en los teatros, paseos, visitas ó tertulias; donde estaba la una, de seguro se encontraba su inseparable compañera.
Ni por un momento se podría juzgar fingida esta amistad, jamás se podría creer que habría falsedad en tales muestras de cariño; y sin embargo, á pesar de tantas pruebas y protestas, Elena llora el abandono de su tierna amiga. Sin causa ni razón plausible se ha olvidado de su amistad, y empieza, por lo tanto, á desconfiar de la que ha sido depositaria de sus penas, de sus dudas y pesares; viéndola con una indiferencia cada día más notable hasta acabar por suspender sus visitar y no causarle estrañeza el que le falte la vista de su amiga y compañera.
Extraño para Elena era todo esto, pero no se le presentó ocasión de saber la realidad, sino hasta un domingo por la tarde, en el paseo de la plaza principal. Entonces, y al dar las primeras vueltas, se encontró con Enriqueta, acompañada de una señorita recien llegada, qué sé yo de donde, que es su nueva amiga y que, al parecer, se quieren mucho; al verla Elena, su alegría no conoció límites y procuró acompañarse con ella como lo tenían por costumbre; pero ¡ojalá y nunca lo hubiera intentado! lejos de ser presentada con la nueva amiga, recibió un trato despreciativo y vió manifiesto el disgusto de su antigua amiga por su compañía, y la sensible Elena tuvo que separarse con el alma transida de dolor y dirijirse á su casa.
Fué tanto lo que la hirió tan fuerte golpe, que las lágrimas corrieron á raudales por sus mejillas y el sueño huyó, por la noche, de sus párpados. Por más que torturaba su imaginación evocando los recuerdos, no encontraba la causa para ser tratada de semejante manera.
Finalmente, Enriqueta dió el golpe de gracia y rotó la cadena amistosa que uniera tan tiernos corazones, dando una tertulia en su casa, á la que invitó á todas sus amigas sin recordar ni aun por cumplimiento, de aquella que en otro tiempo fué su inseparable compañera.
Con justicia Elena vierte tan copioso llanto; triste, muy triste es en verdad, recibir un desengaño semejante, no sólo para un corazón tan sensible como el suyo, y tan lleno de amor para con sus amigas, sino aun para aquellos menos aprencivos; grande es el dolor que la aflije, y no hay palabras de consuelo á tanta pena; sólo con lágaimas encuentra espansión á su primer desengaño; y es que, queriendo con toda la fuerza de su alma, se cuida poco de ver si es ó no verdadero el cariño que se le ofrece; siente el peso de la decepción y se halla dispuesta á recibir otro y otros más; porque la vida es una cadena no interrumpida de episodios y sucesos más ó menos tristes. Juzga y con razón, que el cariño una vez sintiéndose en el alma con predilección hacia persona alguna, no puede borrarse con facilidad; se quiere á pesar de todo, aunque no se manifieste, pero cuando no se comprende la nobleza de corazón ó finos sentimientos, se llama poca dignidad al afecto que sentimos.
Con frecuencia se vé que se entrega la amistad, el cariño más puro á quien menos lo comprende; á quien las más veces paga con desdén ó con la más cruel indiferencia el verdadero afecto, y cuando se ve el engaño y se siente la pérdida, se llora con lágrimas bien amargas; pero quizá ya es tarde, la hipocresía disfrazada de etiqueta es lo que sólo se consigue, ya no aquella confianza de la amiga y compañera de la infancia; y es que siendo de carácteres distintos dos personas no pueden congeniar, y aunque de fina educación y trato distinguido, difieren en su manera de pensar. Esto pasa á mis buenas amigas, quienes, no aviniéndose á sus propias ideas, rompieron la más estrecha amistad, y el destino se encargó después de separarlas por completo, pues, casada Enriqueta con un rico hacendado de Linares, tuvo que radicarse en esa hermosa población; al poco tiempo Elena unió también sus destinos con un joven mexicano sin otro patrimonio que el que le produce su trabajo personal como dependiente de una de las más fuertes casas de comercio, establecido en Corpus Christi, donde se han radicado.
Compañeras y amigas ambas jovenes, me han honrado con su correspondencia; y hoy, contando con su beneplácito, doy publicidad á sus respectivas cartas, por ser de utilidad para la verdadera educación de la mujer, y que, estoy segura, me agradecerán mis queridas lectoras.―(Continuará.)
Tomo I Monterrey
Enero 15 1888. Número 9.
Quincenal de literatura, social moral y de variedades
Dedicado a las familias.
La vida
María Garza González
Blandamente reclinado
De su madre en el regazo,
Duerme el niño sosegado
Mientras es llegado el plazo
De verse todo apenado.
Poco á poco en la pendiente
De la vida se desliza
Y en su labio balbuciente
Se dibuja una sonrisa
Cándida, pura, inocente.
Crece y crece de improviso,
Que los años van pasando,
Y ¡á las aulas! es preciso
Que instrucción vaya tomando
Para ser hombre maciso.
De la vida á los umbrales
Ya principian los abrojos,
Las congojas y los males;
Se presentan á sus ojos
Las espinas y zarzales.
Después el niño inocente
En fugaz edad florida
Llega á ser adolescente,
Y de Amor profunda herida
En su pecho luego siente.
Pero es esto una alborada
Muy risueña y apacible
A que el alma está inclinada
Y le parece imposible
Mirar su dicha frustrada.
Es la edad de las pasiones
Del goce y de la inquietud,
De dichas y decepciones,
Es, en fin, la juventud
Que nos llena de ilusiones.
Tras de tanta dezazón,
De la vida á los embates
Llega al fin la reflexión,
Y entre dudas y combates
Vive siempre el corazón.
De familia los cuidados
Se presentan á su paso,
Pues sus hijos siempre amados
Son el báculo en su ocaso
Cuando están bien educados.
Sigue el hombre caminando
Entre penas y congojas
Y el tiempo vá destrozando
De su existencia las hojas
Y su vida terminando.
Más no concluye su anhelo,
Siempre ansiando venturanza,
Como el ave en raudo vuelo
Se levanta en la esperanza
De encontrar de dicha un cielo.
Y el terrible desencanto
Es tan sólo lo que encuentra
Y sus ojos vierten llanto,
Y en su corazón concentra
Sólo penas y quebranto.
A mil pruebas se sujeta
El hombre en cualquier esfera
Hasta llegar a la meta
De la misión que trajera
A este mísero planeta.
Tomo I Monterrey
Enero 15 1888. Número 9.
Quincenal de literatura, social moral y de variedades
Dedicado a las familias.
Noche Buena
Montemorelos, Diciembre 24 de 1887.
Julia G. De La Peña De Ballesteros
Hay razón! y razón justa
En llamarse <<Noche buena>>
La noche de dicha llena
En que nació el redentor;
Aquel candoroso niño
Que al soplo del viento helado;
Posó su cuerpo sagrado
En miserable rincón
―
Doblemos la rodilla
Y místicos cantares
Al pié de los altares
Alcemos con amor.
Jesús al mundo vino,
Hossana! al santo enviado,
Apostol venerado
De nuestra redención.
Agrúpense los fieles
Adoren al nacido,
Que al mundo pervertido
Le trajo salvación.
¡Salud! al niño santo
Feliz predestinado,
Que fué crucificado
Por nuestra redención.
―
Al aroma del incienso
Se mezcle nuestra alabanza,
Y con entera confianza
Adoremos al Señor.
¡Salud noche! noche buena,
Tu celebración cristiana
Nos anuncia esa campana
Que nos invita á rezar.
Católicos, de rodíllas!
Sobre las místicas galas
Tiene sus divinas alas
El espíritu de Dios.
En el altar blanco y bello
Donde ese niño descansa,
Se encierra nuestra esperanza
Como el perfume en la flor.
Tomo I Monterrey
Enero 15 1888. Número 9.
Quincenal de literatura, social moral y de variedades
Dedicado a las familias.
A la distinguida poetisa
Enero 9 de 1888
Ercilia García
Sra. Julia G. de la Peña de Ballesteros.
Voy á pulsar con alma entusiasmada
Mi insonoro y tristísimo laúd,
Y en sus notos decirte emocionada
Que es sincera hacia ti mi gratitud.
―
¡Poetisa angelical! de cuya lira
Brotan célicas notas de placer;
Y á cada nota el corazón suspira
Y se siente de dicha estremecer.
―
No puedes comprender lo que yo siento
Cuando escucho tus cantos seductores;
Eres cantora tú del sentimiento
Y mitigas del alma los dolores.
―
Yo ser tía un pesar indefinible,
Mis ojos eran manantial de llanto;
Mas ese negro afán, tenaz y horrible
Disiparlo supiste con tu canto.
―
Porque el destino con su saña impía
Cruel se complace en desgarrar mi alma;
De luto cubre la existencia mía
Sin encontrar el corazón la calma.
―
Y cual tú, yo buscaba un ser querido
Que endulzara mis horas de amargura,
Reanimando mi espíritu abatido
Con su leal amistad y ternura.
―
Y ese ser eres tú, que me comprenda,
Y confío en tu amistad, Julia querida,
Por ventura te hallé en mi triste senda
Y doy gracias á Dios reconocida.
―
La esperanza, esa maga seductura,
Faro de luz que nuestros pasos guía
Que esperara, me dijo bienhechora,
Y tranquila esperaba noche y día.
―
¡Amistad! esa flor pura y lozana
Que esparce suave divinal fragancia
Nos une, sin temor de que mañana
Nuestro lazo desate la inconstancia.
―
Y esa flor que jamás deshoja el viento
En el jardín del alma se cultiva;
La riega sin cesar el sentimiento
Y se mantiene en su tallo siempre viva.
―
Tu debes comprender, mi dulce amiga
Lo que vale esta flor tan delicada,
Los pesares piadosa ella mitiga
Y para ti lo tengo bien guardada.
―
Y ya que de Amistad en los altares
Te ofrezco mi cariño y simpatía,
Un recuerdo te mando en mis cantares
Acéptalo porque es el alma mía.
Tomo I Monterrey
Enero 15 1888. Número 9.
Quincenal de literatura, social moral y de variedades
Dedicado a las familias.
La Música
UN SUSPIRO DEL ALMA
Catalina
La música, la armonía, grata al oído que la forma, despierta diversas sensaciones según el estado moral que se guarda; pero jamás puede desagradar al que tenga corazón.
Físicamente produce una sensación que se manifiesta en los ojos, en el semblante, en los movimientos.
Esta sensación material está subordinada siempre á la situación moral. ¿Estáis alegres? la música aumenta y hace estallar vuestra alegría. ¿Estáis tristes? os arroja en una grata y tierna melancolía, inexplicable, pero sublime…
Los jóvenes alegres, bulliciosos, superficiales, no pueden oír una polka ó un wals sin estremecerse, y ejecutar movimientos como si comenzaran á bailar.
Pero esto es lo menos, y sin embargo es lo más.
Oid ondear el aire por los sonidos armoniosos del dúo del beso en la Norma, o del terceto de Polione, Norma y Adalgisa, con que finaliza el primer acto.
Prescindid del argumento, de las palabras, y sean las cuerdas el viento o la voz humana, y decid, los que sois sensibles: ¿creéis que un hombre haya procurándose esas armonías por pasar el tiempo? ¡Imposible!
Son expansiones del alma, son el llanto de un corazón que siente algo sublime en él, y que al salir al mundo ha de presentarse armonioso y grande, contagiando con su grandeza, con su realidad y su armonía. ¡Desgraciado el corazón que no refleja esa armonía! ¡Pobre alma que permanece indiferente al terrestre cuadro de la gloria!
El amante de Lucía, muriendo de amor y despidiendo sonidos tan elocuentes, es el ideal materializado de la imaginación de un amante espiritual.
¿Os quedaréis en la tierra oyendo el terceto de Roberto el Diablo?…….. ¡No! parece una voz celestial que os dice los goces del alma son mayores allá que en el mundo, y aunque es el diablo el que está en la escena, no podríais creerlo, aunque real y positivamente lo viérais.
Estáis en el templo delante del Supremo Ser, arrodillados en la elevación, acto imponente del gran sacrificio que se consume en el culto católico, y la música os arrebata……… ¡ved á Dios!……… y lo veis y le habláis. Los preocupados acentos de Mozart exhalados en las circunstancias religiosas de la idea de la separación del alma, es la expresión sencilla, natural de la plegaria, de la melancolía, de la previsión de llegar al fin de nuestra carrera, ¡la perpetua adoración!
¿Creeréis en el premio y el castigo?…… ¿Negaréis la existencia de un Dios, la verdad de la religión?……… ¿Seréis, en fin, positivistas?……
¡Responded! ¿Creeréis en el placer de la materia?……………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………….
¡Ay! el mundo es muy material, el siglo muy positivista, nuestra educación falsa, y la juventud……… Sí; yo he derramado hiel al oír interrumpir una aria con una ¡cola!…… preferir los toros á un concierto.
¡Triste contraste! La sublime naturaleza representada en los artificiales sonidos de un instrumento, armonizados por el arte, son menos agradables que la desobediencia á esa misma daturaleza, contemplando el ruin y bárbaro espectáculo de la destrucción.
El que es poeta de corazón; aunque no lo sea en las palabras, comprende la amargura del contraste y llora ¡Llora nada más!……
Tomo I Monterrey
Diciembre 1 1887. Número 6.
Quincenal de literatura, social moral y de variedades
Dedicado a las familias.
La amistad
Ercilia García
¿Habéis pensado alguna vez, bellas lectoras en lo noble y abnegado de este sentimiento? ¿No habéis sentido en el alma esa profunda nostalgia que produce el convencimiento que tenemos de que pocas veces encontramos en el mundo la verdadera amistad!
¡La hipocresía! ¡Reptil venenoso que destruye el afecto más bello y desinteresado que existe sobre la tierra! Ante él se doblegan las almas vulgares, ligadas por esa atracción irresistible que las induce a deshojar en flor, el búcaro hermoso del sentimiento que ufano guarda el corazón .
En este océano de mil encontradas pasiones que llamamos mundo, la amistad se nos presenta como una deidad de celestial belleza, que pudorosa se oculta en el fondo de las almas privilegiadas, mostrándose tan solo en los grandes infortunios que la existencia nos ofrece,
¡La amistad! Manantial perenne de abnegación, de donde dimanan acciones nobles, sacrificios sublimes; que avasalla hasta el imposible que derrama dulce consuelo en las lúgubres horas de tedio y melancolía.
Cuando dos almas se comprenden, cuando están unidas por el dulce lao de la amistad, la vida se convierte para ellas en un oasis de infinita felicidad y se acrisolan al fuego de tan tierno sentimiento.
La amistad no es una pasión tan vehemente como el amor pero es noble, pura y duradera.
¡Ojalá pudiéramos encontrar la verdadera amistad!
Tomo I Monterrey
Diciembre 1 1887. Número 6.
Quincenal de literatura, social moral y de variedades
Dedicado a las familias.
Fantasía
A SOFÍA REYES
María Garza González
Me hallaba una noche en el insomnio más desesperante; mil pensamientos se agrupaban en mi imaginación y después, como un torrente, pasaban sin poderse detener ninguno. Al fin sentí que el suelo dulcemente vino a posar su débil mano sobre mis párpados y me sentí de improviso transportada a una región desconocida. Oís una voz suave y misteriosa que me dijo: -“Sígueme” -volví los ojos y vi una sombra de túnica blanca, que parecía deslizarse por callejuelas de jazmines y azucenas; el velo que la cubría era dorado, su rostro halagüeño y su boca sonriente me llamaba. Yo vacilaba. “Sígueme-repitió=soy tu ilusión”.-Yo la seguí con avidez.
Me condujo por un lugar amenísimo, hasta llegar a una fuente cuyas aguas al caer levantaban altísimas columnas de vapor; era una nube de menudas perlas que se deshacía en lluvia donde se reflejaban los colores del iris: por las grietas de las encumbradas rocas surgían mil y mil finísimos hilos de blanca argentería que bajaban a besar las aguas y confundirse en la corriente.
La tierra estaba tapizada de verde césped destacándose los flexibles tallos del lirio, mecidos por el impulso del viento, e infinidad de arbustos entrelazaban con la enredadera y la madreselva, cuyas flores perfumaban los blandos céfiros.
Vagaba por esta mansión deliciosa cuando me salió al encuentro un niño lleno de gracia, con su rostro encantador, cubierto por esa candidez que imprime la inocencia en la primera edad; pero al mismo tiempo se desprendía de sus ojos, algo de bello, conmovedor y siniestro que había retroceder. Era el Amor tal, cual nos lo pintan los poetas de la antigüedad,
Agitaba sus alitas y parecía que volaba alrededor de mí; reíase de mi aturdimiento, y aquella sonrisa me desgarraba el alma.
Flora desprendía todo su esplendor. Tres sílfides graciosamente vestidas con túnicas, jugaban en el jardín: rodeaban sus delgadas cinturas anchas listones celeste y color de rosa, formando lazo cuyas extremidades colgaban hasta el borde inferior del vestido: sus negras y rizadas cabelleras echadas hacia atrás; sus suenes adornaban una muy graciosas guirnaldas tejidas de las más exquisitas flores. Arrojábanse ramilletes, reían, cantaban, se cogían de las manos y corrían y bailaban… todo eran gracia belleza, y ternura.
Allí la Hermosura en su carro de triunfo recorría la floresta, yo sorprendida con tan deslumbrante belleza me quedé absorta contemplando tanta maravilla, hasta que me sacó de aquel estupor el bullicio y la alegría de aquellos seres, proponiéndome entonces llegar al fin de la jornada; pero al mismo tiempo retrocedía; me sentía desfallecida, em faltaba valor; pero volvieron a mí, la Hermosura, Las Gracias, las Ilusiones, el Amor, me rodearon todos e hiciéronme su presa; la Hermosura puso una mano sobre mi hombro y me dijo. –“Tú debes amar, tú me perteneces.” Entonces las Gracias entonaron un himno, las Ilusiones acariciaron mi frente, yo conmovida invoqué una alama fuerte, vigorosa, que me sostuviera en trance tan difícil; entre tanto el Amor sacó de una dorada aljaba, que le pendía del hombro, la más aguda de sus flechas, templó su arco y me lo disparó; pro vino a estrellarse sobre una egida invulnerable que se había colocado sobre mi pecho, la flecha no pudo penetrar y se hizo mil pedazos, el niño indignado suspiró tristemente y quiso acometer de nuevo. Volvió el rostro para ver quién me había salvado y vi a Minerva que interponiéndose entre los dijo estas palabras. “Huya de aquí, Cupido, huya de la mansión de los que te temen, nunca verás a las almas que han llegado hasta mí para buscar un destello de la luz que me circunda y los laureles de la gloria para coronar su frente.
Luego que el Amor oyó semejantes palabras abandonó su empresa y emprendió la retirada entre una nube de escarlata: bajé los ojos a la tierra y habían desaparecido las Ilusiones, la Hermosura y alas Gracias, nada más Minerva, permanecía inmóvil, m miraba de un modo extraño y su rostro severo parecía que me despreciaba; quise con caricias demostrarle mi afecto pero no pude; entonces me arrodillé implorando su perdón y diciéndole que de todo aquello nada entendía. La diosa tal vez conmovida volvió a mí y me dijo: “¿Por qué has desesperado de la condición en que te tengo? ¿Por qué no caminas por la senda árida y desierta que llevas, con esa fe ardiente de los pocos varones insignes que se han consagrado a mi culto? Vuelve sobre tus pasos y no te dejes deslumbrar por el falso brillo de las ilusiones que siempre conducen a la juventud por un camino de distracciones e infructuosas inquietudes, cuando no le conducen al abismo. Solo es sabio aquél que sabe vencerse. Tú me has consagrado toda tu existencia y te he asistido, en todos tus desvelos y ya has sufrido y batallado tanto para alcanzar mis verdades; sigue , sigue y no desmayes que al fin de la jornada tendrás tu galardón.”
Cuando hubo acabado este discurso miré su rostro que no estaba tan severo como al principio, y como la vi despacio, descubrí en ella una hermosura irreprochable, pero no una de esas bellezas que trastornan y fascinan; sino una beldad sencilla que inspira veneración por la dignidad de que estaba revestida: echó su manto sobre mí y me dijo: -Adiós, tiempo es ya de que partas, no olvides que Minerva te ofrece su ayuda cuando te encuentres en algún abatimiento; pero llámame que yo te auxiliaré.”
¡Ah, Sofía! En aquel momento me consideré la más feliz de las mujeres, veía mi gloria cidrada en aquellas palabras, lloré y estreché con efusión aquella mano bienhechora, la besé repetidas veces. La diosa desapareció y yo sentí un vacío en el alma, un aislamiento completo, desperté y vi que todo era un sueño; pero un sueño misterioso que me hizo grandes revelaciones.
Sentíme llena de valor para emprender vigorosamente mi jornada para el porvenir. Tú conoces, querida amiga, cuánta es la fragilidad de nuestro sexo, y podrás considerar lo que produciría este sueño, esta revelación a mi alma impresionable y algo herida por el fatalismo.
¡Felices los que se sienten con fuerza y valor de sobra para concluir su jornada! ¡Felices los que pueden llegar sin tropiezo hasta el templo de la Inmortalidad, donde son coronados sus afanes por la Gloria, publicadas por sus hazañas por la Fama, y escrito sus nombres por la Historia!
Tomo I Monterrey
Noviembre 15 1887. Número 5.
Quincenal de literatura, social moral y de variedades
Dedicado a las familias.
A ISABEL
En su álbum
María Garza González
Sabe, niña, que la vida
Se desliza fácilmente;
Y del mundo a la pendiente
El destino nos conduce.
*
Es fugaz sombra que cruza
Y que lleva en raudo vuelo
Grande pena y desconsuelo
Y amarguras que produce.
*
En esta vida transitoria
Que navega en frágil barca
Es un páramo, es un arca,
Do se anidan los azahares.
Y consumen la existencia
El luto y los desengaños,
Que vienen tras de los años
Aumentando los pesares.
*
Y si tú también encuentras
De la senda a los albores
Las espinas tras las flores
Que te arrancan cruel gemido
No te arredres, niña mía,
Pues muy fácil se mitiga
Si tu pecho siempre abriga
La virtud que tuya ha sido.
*
Esa virtud no mentida
Que ha llegado a enaltecer
Al que sabe padecer
Y soportar los rigores.
Que llegando hasta el martirio
Con fe y resignación,
Soporta en el corazón
Con paciencia los dolores.
Tomo I Monterrey
Noviembre 15 1887. Número 5.
Quincenal de literatura, social moral y de variedades
Dedicado a las familias.
El invierno
Ercilia García
Los árboles empiezan a despojarse de su verde vestidura; las hojas se tornan amarillentas al faltarles la sabia vivificante que les daba vida. Es que el invierno se aproxima, es que pronto tenderá su helado manto, trayendo en pos la tristeza y la melancolía. El campo pierde su verdor y su hermosura; en breve dejará de oírse el dulce canto de los pájaros que alegres lanzan al viento sus armoniosos trinos, ocultos entre el verde follaje de los copudos árboles, y hasta la fuente bulliciosa que murmura dulcemente al pasar por entre guijarros y espadañas, dejará correr tristemente su aguas cristalinas.
Cuando la tarde decline, no veremos ya los encantados celajes teñidos de amaranto y grana con que orgulloso se viste el horizonte, ni las sonrosadas tintas con que se anuncia la aurora al despuntar el día; y si aparecen, no tendrán la célica poesía de que están dotados para hermosear esa divina estación del año, cuando miramos más azul el firmamento; cuando el astro Rey manda con más fuerza sus dorados rayos; cuando las flores ostentan majestuosas su pública belleza, embalsamando el tibio ambiente con sus perfumes embriagadores.
¡Qué triste también, es el invierno de la vida! Cuando el corazón cansado por las contrarias pasiones que en él germinan, herido por los crueles desengaños y la fe próxima a extinguirse, decepcionado da un adiós al engañoso mundo y solo suele gozar, en su indiferencia, cuando la mente se pierde en el mundo ideal de los recuerdos.
El corazón, al entrar en el triste invierno de los años, pierde sus ilusiones que, a semejanza de las bellas flores que al ser mecidas por los primeros vientos otoñales, pueden sus colores y mustias y deshojadas inclinan sus corolas: así el corazón, azotado por l furioso torbellino de las pasiones, se envuelve en el frío manto de escepticismo disfrutando pocas veces de ese feliz estado de tranquilo bienestar, que nos hace olvidar por instantes nuestros dolores.

